Una historia que no debe de repetirse es lo sucedido hace 52 años en México, por lo que se debe dejar atrás los presidencialismos autoritarios y servir de experiencia el pasado, sobre el gran daño que se le puede hacer a una nación, con actitud dictatorial y centralista, subrayó el diputado Norberto Antonio Martínez Soto, en el marco conmemorativo de aquella trágica tarde.
Lo que en el presente ocurre en nuestro país, subrayó, es una señal de alarma para la sociedad mexicana, porque se aprecian similitudes a lo que se registraba en la administración de Gustavo Díaz Ordaz, la cual marcó la historia de nuestro país.
«El 2 de octubre de 1968 representa uno de los sucesos más doloroso para la memoria de todas y todos los mexicanos, donde se conjuga la impotencia e indignación ante el actuar de un Estado tirano, que se atrevió no sólo a matar a cientos de jóvenes inocentes, sino a desaparecer a miles más, alteró los datos de lo acontecido y pretendió configurar una verdad histórica insostenible», manifestó.
Fue el contexto trágico de los años sesenta, la represión a la huelga de ferrocarrileros, el triunfo de la Revolución Cubana, el asesinato del dirigente campesino Rubén Jaramillo, junto con su familia, la muerte del Che Guevara, la huelga general en Francia, la agresión de granaderos contra estudiantes de las vocacionales.
Además de la represión de las marchas en conmemoración de la Revolución Cubana y la organizada por la Organización Nacional de Estudiantes Técnicos, la ocupación policial y militar en los planteles escolares de la UNAM e IPN, el disparo con bazuca en la puerta de la Preparatoria 1, la violación a la autonomía universitaria, la huelga estudiantil generalizada, el pliego petitorio del Consejo Nacional de Huelga y las más de 150 mil personas exigiendo su cumplimiento, l marcha del silencio con más de 250 mil personas.
Recordó que fue el mitin, en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, la luz bengala, la policía, el ejército, el batallón Olimpia, fue la descomposición social y la represión del estado y el gobierno criminal del presidente Gustavo Díaz Ordaz, quien dio la instrucción directa de disparar a todo aquel que se moviera, de limpiar la sangre derramada, de apilar los cuerpos sin vida y arrojarlos en fosas comunes para incinerar los.
Ese presidente que asumió íntegramente la responsabilidad personal, ética, social, política e histórica de la atroz matanza.
En ese sentido, dijo, a 52 años de distancia, siguen siendo cientos y miles, sin rostro, sin identidad. «Su sangre fue derramada, su vida arrebatada, su identidad desaparecida, pero su voz, su voz nunca callada» .
Finalmente, señaló, que la lucha del 2 de octubre es un punto en común, que cualquier actor social debe tener como historia, como presente y como futuro.