Los ciudadanos exigimos ser escuchados
Alejandro Cussi
También en Morelia se escucha el eco de un malestar que recorre el mundo. No es exclusivo de nuestra ciudad, pero sí se vive aquí con una intensidad particular: desconfianza en las instituciones, polarización creciente, ciudadanos que no solo piden soluciones, sino que reclaman ser escuchados de verdad.
Vivimos un momento en que la calle ya no protesta solo por un hecho puntual, sino por una sensación acumulada de frustración. En Morelia, como en muchas ciudades del mundo, se ha debilitado el vínculo entre ciudadanía y autoridad. Y ese vacío —cuando no se llena con diálogo, cercanía y pedagogía— corre el riesgo de ser ocupado por la fuerza o, peor aún, por formas de gobernanza criminal que prometen lo que el Estado no alcanza a ofrecer.
La polarización es un enemigo silencioso. Divide barrios, familias, equipos de trabajo. Convierte la diferencia en trinchera. Nos hace pensar que quien no piensa como yo, no vale. Y en esa lógica se fractura no solo la convivencia, sino el alma de la democracia.
En esta ciudad, quienes trabajamos por la seguridad sabemos que no basta con hacer cumplir la ley. Hay que entender lo que duele, lo que mueve y lo que calla a una comunidad. La respuesta no puede ser solo coercitiva: tiene que ser humana, cercana, capaz de enseñar, de explicar, de acompañar.
El fenómeno global de la ciudadanía indignada nos exige otro tipo de liderazgo. Uno que no se parapete detrás del uniforme o del escritorio. Uno que salga, camine, escuche, mire a los ojos. Porque cuando la manifestación se transforma en confrontación, no solo se rompe el orden: se pone en duda la legitimidad del sistema mismo.
Morelia merece algo más que respuestas automáticas. Merece instituciones que se pregunten todos los días si están construyendo paz. Que entiendan que la seguridad no es solo la ausencia de violencia, sino la presencia de confianza.
Y esa confianza no se impone. Se gana.