Omar Carreón Abud
Morelia, Mich., a 7 de marzo de 2014.- Según datos oficiales, Michoacán es el estado que más emigrados tiene en Estados Unidos y es el que recibe una mayor cantidad de dinero por concepto de remesas. Si suponemos que la expulsión programada por Donald Trump no seguirá ninguna pauta específica por estados de origen y nos atenemos simplemente a la teoría de las probabilidades, entonces, a la hora de la expulsión de migrantes y la consecuente reducción de remesas, Michoacán será el estado más afectado por la política migratoria de Donald Trump. Según datos del propio gobierno de Michoacán, en Estados Unidos hay poco más de 4 millones de michoacanos, si Donald Trump expulsara a uno de cada 10 michoacanos en un lapso de 2 años, llegarían al estado a buscar vivienda, trabajo, escuela para sus hijos y, entre otras necesidades urgentes a satisfacer, un médico, 200 mil michoacanos en este año y 200 mil en el que entra. ¿Qué se está haciendo en serio –ya no se diga para evitar- simplemente para atenuar los efectos desastrosos de estos muy previsibles hechos? Nada. Esa es la verdad.
Son “muy previsibles hechos”, porque Donald Trump va en serio. Si bien es cierto que entre las clases más altas y poderosas de Estados Unidos hay una división muy profunda y grave, que no existe unanimidad en torno a las formas de salir de la crisis en la que se encuentra sumido el vecino país del norte y que por eso se le ataca ferozmente a Donald Trump, también es cierto que él representa a un grupo extremadamente poderoso que ya está llevando a cabo su propio programa de transformaciones. Desde la campaña electoral quedó muy claro que a Trump y a su grupo les preocupaban los altísimos índices de desempleo que ya existen en Estados Unidos; no los índices de las estadísticas, no los que se dan a conocer al público, sino los auténticos y, precisamente por eso, para que haya espacios -que ellos consideran indispensables- para la clase trabajadora norteamericana, se disponen a expulsar migrantes mexicanos y a construir un muro para evitar que lleguen más. Así de que más allá del racismo que siempre ha existido y que es un subterfugio económico para explotar más, Donald Trump y su grupo van en serio.
Para tener una idea más completa y abarcadora del impacto de esta política norteamericana en el estado de Michoacán, vea usted los datos de escándalo que publicó la periodista Astrid Herrera en las páginas de la Voz de Michoacán el pasado 28 de febrero bajo la cabeza “Crece el empleo informal”. En esa nota se dice que sólo el año pasado se sumaron a la informalidad más de 52 mil michoacanos, que ya hay un millón 407 mil 56 personas que se ganan la vida en la informalidad sin ningún salario, ni horario, ni prestación, ni nada, que equivalen a 72.1 por ciento de la Población Económicamente Activa, altísimo porcentaje que se encuentra 14.8 puntos por encima de la media nacional (que es de 57.3 por ciento). Es imposible exagerar la gravedad de estos datos. Y va otro dato escalofriante: en el trabajo periodístico que menciono, se cita al Doctor Heliodoro Gil Corona, Coordinador de Proyectos Estratégicos del Colegio de Economistas de Michoacán, quien informa que “la masa de trabajadores que muestran alguna carencia laboral, es decir, que no tienen trabajo, trabajan poco o buscan otra chamba, pasó de 89.2 a 90.1 por ciento de la Población Económicamente Activa”.
En pocas y resumidas palabras, la situación del pueblo de Michoacán es extremadamente grave, no hay empleos suficientes, no hay salarios dignos, los recursos públicos para obras y servicios indispensables cada día se regatean más y la perspectiva científicamente esperable es que, en el corto, mediano y largo plazos, la situación se ponga peor. Hay pobres y va a haber más pobres, y los pobres de mañana van a ser más pobres que los pobres de hoy. Pues en este preciso momento del país y del estado, se le ha metido en la cabeza al señor Rubén Padilla Soto, presidente municipal de Hidalgo, Michoacán, barrer como si fueran basura a comerciantes que, desde hace 60 años, algunos de ellos, tienen instalados sus puestos y venden sus mercancías a las afueras del mercado municipal de la cabecera.
Para ello, el edil ha comprado líderes, amedrentado comerciantes, declarado contra ellos en la radio y en la prensa, se ha burlado de su forma de vestir y de hablar, les ha mandado policías municipales a que los acosen y, coincidentemente -sólo para algunos- ocho días después de que el Movimiento Antorchista Nacional declarara que apoyaba a los comerciantes, el vehículo del líder antorchista en Ciudad Hidalgo, fue deshecho con ráfagas de armas de alto poder. A mayor abundamiento, este señor es sobresaliente militante del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y si sus dirigentes proceden apoyarlo o siguen fingiendo que no se enteran de sus tropelías y ni lo conocen, es seguramente porque así conviene a sus intereses.
Los comerciantes de Ciudad Hidalgo ocupan las calles aledañas al mercado municipal porque éste mercado es insuficiente para albergar todos los giros, todos los tipos de mercancías que una ama de casa necesita para hacer su compra diaria. Aunque manifiesto abierta y públicamente, mi profundo respeto por los vendedores ambulantes que se ubican y retiran diaria o semanalmente de un lugar, porque ellos son una gran parte de las decenas de millones de mexicanos que no tienen un empleo formal y se tienen que ganar la vida en condiciones dificilísimas, en aras de la verdad y de colaborar a que el pueblo esté bien informado y pueda otorgar su simpatía más conscientemente a la causa de los comerciantes amenazados con desalojo en Ciudad Hidalgo, debo decir que ellos no son comerciantes ambulantes, sino de los llamados “semifijos”, es decir, de los que tienen instalado un puesto de manera permanente, si bien es cierto que precariamente construido. No es, por tanto, ningún abuso, exageración o mentira, asegurar que estos comerciantes son parte histórica del mercado municipal de Ciudad Hidalgo.
Pues a estos los quiere expulsar de su lugar de venta Rubén Padilla Soto. ¿Por qué razón? Vaya usted a saber. Corren muchos rumores: unos dicen que porque pertenece a la élite de los más ricos de Hidalgo y quiere contemplar la zona centro de la ciudad como las ciudades de Europa o Estados Unidos, otros aseguran que trabaja para beneficio de comerciantes establecidos, otros más, aseguran que los siguientes desalojados serán los locatarios del propio mercado municipal porque ya se tiene compromiso son una cadena comercial norteamericana para que ocupe el espacio, pero la verdad no se conoce con certeza. El caso es que Padilla Soto quiere arrojar a los comerciantes a las afueras de la ciudad, en terrenos de la feria, en un punto en el que no hay circulación de personas, al que hay que llegar en transporte público, o sea, en el que es imposible ganar para el sustento de una familia y, además, los quiere ubicar en puntos de venta en los que no hay, ni puede haber ninguna garantía legal de que no volverían a ser desalojados. En resumidas cuentas, el proyecto de Rubén Padilla Soto, consiste en arrojar a 138 familias a las filas de los sin empleo. Así se agravarán hasta niveles explosivos los problemas de Michoacán y de México entero, por eso digo que Donald Trump tiene buenos ayudantes. Y, bueno, eso no es tan sorprendente, como el hecho de que hasta ahora el gobierno del Ingeniero Silvano Aureoles Conejo, no haya decidido intervenir en serio a favor un grupo de michoacanos, no sólo atropellados, sino seriamente amenazados en su integridad física y en su vida.